Notas de Conexión

September 26, 2021

Lo que una gran Fe puede hacer


Jesús no está impresionado con nuestras posiciones o posesiones. No le sorprende la cantidad de escrituras que podemos citar, lo bien que cantamos o la cantidad de buenas obras que hacemos. Cuanto más nos acercamos a Jesús, más vemos que ÉL es el digno, no nosotros. “Toda nuestra justicia es como trapo de inmundicia” (Is. 64: 6), no se gana; se nos da por medio de Cristo. Pero aun podemos hacer que se maraville.

 

En la Biblia, en el capítulo siete de Mateo vemos el único encuentro que hizo que Jesús se maravillara, y era un simple hombre. Ni siquiera un hombre religioso, sino un centurión, un soldado romano. Creo que hubo tres cosas específicas que marcaron la diferencia en esta situación, tres cosas que hicieron que Jesús se volviera hacia la multitud y se maravillara: “Cuando Jesús escuchó estas cosas, se maravilló de él, se volvió y dijo a la multitud que lo seguía, “Les digo que ni siquiera en Israel he hallado una fe tan grande” (Lucas 7: 9).

 

Este centurión que asombró a nuestro Señor tenía un gran amor, una gran humildad y una gran fe.

 

Este centurión tenía un gran amor por su país, la iglesia y su criado que estaba enfermo. Eso es lo primero que se nos cuenta en la historia (él amaba a su siervo), y lo primero que señalaron los ancianos, “porque ama a nuestra nación y nos ha edificado una sinagoga” (v. 5). Estaban tratando de convencer a Jesús de que fuera a curar al siervo del centurión porque este hombre amaba mucho a su país, Israel, y, aunque no era judío, les había construido una sinagoga. Era tan grande su amor por Israel, que los ancianos judíos estaban dispuestos a ir a hablar en su nombre.

 

Este hombre también poseía una gran humildad. Cuanto más se acercaba Jesús a él, el centurión se daba cuenta de que no era digno de que Jesús viniera a su casa. Envió un mensaje diciendo: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo. Por tanto, ni siquiera me creí digno de venir a ti” (v.6-7). Aquí hay un hombre, un líder del ejército romano, un centurión que tiene cientos de hombres sirviendo bajo su autoridad. Un hombre que aparentemente tiene los medios para ayudar a construir una sinagoga. Un hombre que ha dedicado su vida al servicio. Y aún ve a Jesús acercándose y se siente lo suficientemente humilde como para decir: ¡Detente! No soy digno de que entres en mi casa.

 

Quizás lo más importante de todo —o quizás no, quizás fue la poderosa combinación de su amor, humildad y fe, no bastaba uno sin el otro— el Centurión tenía una gran fe. Él dijo: Jesús, ni siquiera tienes que venir a mi casa para ver a mi siervo enfermo. ¡Simplemente di las palabras y sé que será sano! “Pero di las palabras, y mi siervo sanará (v. 7)”. Este hombre "no religioso" conocía el poder de Jesús. Sabía que Cristo tenía una divinidad que no se podía negar. Creía que, con un susurro, el siervo se levantaría, y esto es lo que Jesús dijo. Tiene una gran e innegable fe.

 

¿Te imaginas, que Dios hecho hombre, fue tan conmovido, no por un predicador, no por un discípulo, no por un rabino, no por un estudioso de la Torá, no por alguien que realizó grandes milagros?, sino por este Centurión romano. Una simple persona hizo que Dios Todopoderoso hecho hombre se maravillara. Su amor hizo que Jesús se maravillara. Su humildad fue asombrosa. Su gran fe hizo que Jesús se quedara asombrado.

 

No hay nada más en el universo. No encontramos en la Biblia nada mas que diga que Jesús se asombro aparte de esta persona. Humanidad. Creado a su propia imagen. Diseñado para ser Su amigo, tener comunión con Él, adorarlo ... con el don de maravillarlo.

 

Muchas veces nuestras oraciones comienzan en sentido opuesto a las de este Centurión. No podemos entender por qué Dios no ha respondido nuestras oraciones “¡Mira todas las cosas que hemos hecho!" Rogamos a Jesús porque hemos diezmado regularmente, nunca faltamos a la iglesia, hemos criado bien a nuestros hijos, seguimos todas las reglas ... pero mantener la disciplina cristiana no es lo que nos hace dignos. Es la fe misma. Pienso en 1 Corintios 13:13, “Y ahora estos tres permanecen: fe, esperanza y amor. Pero el mayor de ellos es el amor." Siempre nos han enseñado esto. Sabemos que no son nuestras acciones las que llaman la atención de Dios, es nuestra actitud, nuestro corazón.

 

Este siervo estaba enfermo, en su lecho de muerte, y el Centurión probablemente pensó que no había manera de cambiar la situación. Tal vez pensó que había pasado demasiado tiempo, ¿qué puede pasar ahora? Estoy seguro de que has estado allí.

 

¿Qué oración estás esperando que Dios conteste? ¿Cuánto tiempo has estado buscándolo para que se presente en tu propia casa? Puede que parezca demasiado tarde ... ¡pero aún puedes salir adelante!

 

Puedes hacer que Dios se maraville. Tu amor, tu humildad, tu fe pueden asombrar a Dios. Cuando crees en Su Palabra por encima de lo que ves, y lo que sientes, Dios se maravilla de ti. Mares partiéndose, un burro hablando, un hombre saliendo del vientre de gran pez, y Dios no se maravilló. Una cabeza de hacha flotando en el Jordán, una zarza ardiendo y retumbando con una voz en el desierto, agua saliendo de las rocas, y Dios no se asombró. Pero cuando un simple hombre, que no era religioso, se humilló y creyó en el poder de Jesucristo por encima de lo que podían ver sus ojos naturales, Jesús se maravilló ... y respondió a su petición.

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